‘Better Call Saul’: ‘Breaking Bad’ y más allá

“Juan Tabo”, dice uno de los skaters mientras rueda agarrado a una pickup, con Saul al otro lado del teléfono, y se enciende la lucecita. “Sixty-three, fifty-three, Juan Tabo, apartment six… Yeah!”. O lo que es lo mismo, Walter White recitando la dirección de Gale en una de las muchas escenas geniales de Breaking Bad. Estamos en Better Call Saul, pero estamos también un poco en Breaking Bad, y son universos compartidos: algún personaje, toda una ciudad, toda una ambientación, toda una fotografía, el desierto, el salón de belleza vietnamita… Los White y Jesse se han mudado para siempre, pero podemos visitar al vecino de al lado. Y no está nada mal.

Vistos los dos primeros capítulos de Better Call Saul queda clara una cosa: el examen del spin-off está aprobado. BCS se parece a su mamá Breaking Bad en la justa medida, se distancia lo suficiente y tiene identidad propia. Vamos a seguir conviviendo con criminales, drogas y demás lindezas, pero el tono apunta a ser menos grave, menos solemne. Bob Odenkirk, principio y final de la serie y que seguro que se comerá cada escena de cada capítulo (soy muy fan de este tipo…), definió en su día a BCS como “85 por ciento drama, 15 por ciento comedia”. De momento diría que la proporción está más próxima al 70-30, pero visto el final del 1×02 no dudo que se corrija.

Si miramos el plano general de lo visto hasta ahora, las similitudes entre ambas series se aprecian también en las líneas maestras. Breaking Bad nos contaba la evolución de Walter White, de la misma manera que aquí veremos la de Jimmy McGill, con la diferencia de que con el primero íbamos a ciegas mientras que del segundo conocemos el destino, aunque no el camino. Es más: los dos cambian su nombre en cuanto empiezan a coquetear con el lado oscuro: Heisenberg y Saul Goodman, el hombre del sombrero y las gafas, el tipo de los trajes estrafalarios.

También flota en el ambiente el aroma de esas escenas detallistas: si en un piloto teníamos la mancha de mostaza que Walt no puede dejar de mirar, aquí sorprendemos a Saul incapaz de culminar una cita que pinta bien y que se va al garete por culpa de unos bastoncillos de pan cuyo ruido al ser partidos, a oídos del abogado, se asemeja demasiado al de unos huesos quebrantándose. Quizá rizando demasiado el rizo, también veo parecidos entre Jesse y los skaters. Los tres son pequeños delincuentes que se topan con alguien mayor que ellos, alguien sin su alma transgresora pero que aún así les lleva a pensar en metas mayores. Obviamente, la carrera delictiva de los gemelos termina mucho más rápido que la de Pinkman…

El padre de las dos criaturas mencionadas, Vince Gilligan, confesó que le atraía la idea de una serie de abogados donde el protagonista hiciese todo lo posible por no pisar un juzgado. Y, aunque eso ya lo inventó la formidable Patty Hewes en Damages (yo al menos no la recuerdo ante un juez, al menos en las primeras temporadas), es cierto que si algo hace Saul en Breaking Bad es evitar los tribunales. No así McGill, al que en el 1×02 vemos prácticamente vivir en los juzgados… pero todo se andará.

Confirmada como precuela que combinará elementos de secuela, BCS ha arrancado con el viento de la crítica a favor y con un record de audiencia histórico, aunque tiene una pequeña trampa: el piloto se emitió justo después de la vuelta de The Walking Dead, serie a la que no le cuesta demasiado romper la barrera de los 15 millones de espectadores, una auténtica burrada para una cadena de cable. En todo caso, quedaos con lo importante: AMC ya ha encargado otros 10 capítulos para una segunda temporada, así que con al menos 18 raciones más de Saul por delante el camino se presenta apasionante. Como dice el maestro Odenkirk… “It’s showtime, folks!”