‘Canción de hielo y fuego’, el triunfo del andamio

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Espada. Jubón. Dragón. Bardo. Fuego valyrio, vidriagón, huargos, gatosombras…

Éstas, y muchas otras que me dejo, son palabras que ahuyentarán a muchas de las personas a las que intentes recomendar la lectura o el visionado de Canción de hielo y fuego, o Juego de tronos, como se conoce popularmente a la saga. Y erróneamente, porque Juego de tronos es solamente el nombre del primer libro de los siete totales que George R. R. Martin, ese “viejo gordo cabrón“, tiene previsto escribir. Al A Game of Thrones original le siguen, por este orden, Choque de reyes, Tormenta de espadas, Festín de cuervos y Danza de dragones, el quinto volumen, publicado finalmente en castellano este pasado verano y que deja el debe en sólo dos, siempre y cuando a Martin no le dé por subir la cuenta. Si no vives metido en una cueva es más que probable que en los últimos meses hayas oído hablar de esa ya mainstream Canción de hielo y fuego, Juego de tronos si aceptamos la metonimia. El motivo, muy posiblemente, es la serie que emite la estadounidense HBO (Canal + en España, y luego Antena 3), fenómeno que a su vez ha retroalimentado la lectura de los libros, y que seguirá dando guerra en adelante porque de cara al mes de marzo está prevista la tercera temporada y hay planes de rodar al menos un par más. Material sobra: estamos hablando de uno de los universos literarios más ricos que se puedan haber construido. Los personajes se cuentan por centenas, agrupados en casas (familias), que a su vez se cuentan por decenas, claro está. Presenta una trama extensa (cada volumen supera las 800 páginas), ambientada en un mundo imaginario que sin embargo bebe en muchas ocasiones de la Europa medieval. De hecho, parece ser que tiene mucho que ver con la Guerra de las Dos Rosas, un enfrentamiento entre dos casas, los Lancaster y los York, por el trono de Inglaterra.

Con todo, la pregunta del millón es la siguiente: ¿qué tiene Canción de hielo y fuego que no tenga mi libro?

La respuesta surge de la propia naturaleza de la obra, encasquetada en una categoría que los expertos llaman novela-río. Nombre que a mí me sonaba a chino hasta que he podido googlear que la novela-río es aquella “en que cada una de las partes la cuenta un personaje distinto cuya vivencia discurre o acaba en una historia principal como un afluente al río”. Toma ya… Desde mi humilde punto de vista, el éxito de la saga está sustentado en dos pilares: el factor culebrón y el factor audiovisual.

Factor culebrón. Intrigas, alianzas imposibles, traiciones, sagas familiares rotas, muertes por doquier, sexo… El mundo creado por Martin es absolutamente maquiavélico, un entorno en el que fiarse de tu propia sangre puede significar una sentencia de muerte. Si esto lo ambientas en un barrio de clase media madrileño te sale El Súper; si lo colocas en Poniente, te sale Juego de tronos. La primera opción convierte a tu producto en un inconfesable guilty pleasure, mientras que la segunda lo hace un éxito de masas. Martin además ha salpimentado a su criatura con todo un hallazgo que le sienta de maravilla, y es el uso de la voz interior, el llamado punto de vista. Los capítulos están narrados desde la óptica de personajes diferentes. No todos tienen capítulos propios, con lo cual tenemos personajes mejor definidos que otros; pero esta técnica nos sirve para movernos de manera muy natural por el vasto territorio de Poniente (y alrededores), nos permite saber más del personaje en cuestión (a través de su voz interior) sin la molesta sensación del narrador omnisciente y, sobre todo, le da unos matices brutales a la narración. Solo tiene una pega: cuando miras el índice y ves que tal o cual personaje no tiene más capítulos propios… ejem… entonces empieza a oler a fiambre

Factor audiovisual. Una de las primeras comparativas que se establece a la hora de hablar de Canción de hielo y fuego suele ser con El señor de los anillos. Y sí, hay cosas en común. Pero un rasgo separa ambas sagas de manera abismal: una es de los años 30-40 mientras que la otra empezó ya en los 90. Martin es hijo del audiovisual, y parte de lo que convierte a sus libros en una sustancia adictiva es el dominio del cliffhanger que lleva por bandera. Casi cada capítulo, y hay poco menos de un centenar en cada volumen, acaba con un pequeño (o grande) giro de guión que, sencillamente, te hace desear más. Para colmo, el autor no escatima en dolor y muerte para casi todos los personajes, lo que no suele ser habitual en la ficción, pero por otra parte acostumbra a pasar en las guerras

La Wikipedia habla de “personajes complejos, cambios de trama violentos y repentinos, e intrigas políticas bien desarrolladas”, descripción que todo lector de la saga firmaría. En cambio, también explica que Canción de hielo y fuego “se caracteriza por un uso limitado y sutil de la magia, empleándola como una fuerza ambigua y, a menudo, oscura”; de esto podríamos discutir un rato… aunque sí es cierto que no tiene nada que ver con, vuelvo al ejemplo inicial, El señor de los anillos.

Leed los libros y ved la serie, o viceversa, perro que nadie le tenga miedo a Canción de hielo y fuego: hasta los más profanos caemos rendidos

Por Dani Rodríguez

Periodista de formación profesionalmente exiliado a países más cálidos. Buscando sitios donde jugar. Decidí empezar por el patio de ésta, mi casa, que también es vuestra.

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