Es muy difícil entender qué le está pasando al Barça, pero sobre todo es más complicado aceptar, para el aficionado culé, que esto esté pasando justo ahora. Cuando nos jugábamos el pan de la Copa ante la némesis blanca, cuando sigue en liza el caviar de la Champions ante el eterno Milan. Para comprender qué está pasando existen tipos como Martí Perarnau o Rubén Uría, que lo explican con fundamento y además de maravilla: el Barça ha olvidado pequeños detalles.
Y son cosas que se han visto claramente en los tres partidos recientes: Champions en San Siro, Copa en casa contra el Real Madrid, visita liguera al Bernabéu. En todos esos partidos al espectador acostumbrado al Barça de Guardiola y Tito algo le fallaba. Algo le patinaba en la retina: el equipo ya no genera superioridades. No lo hace atacando, pero tampoco defendiendo. El juego posicional del Barça (y la calidad de sus jugadores, obvio) le permitía casi siempre estar numéricamente por encima del rival: presiones en zonas avanzadas del campo, toques a pocos metros de la frontal hasta habilitar a un compañero olvidado, etc. Eso no ha pasado en ninguno de los tres partidos, y se ha notado especialmente a la hora de marcar. Dos goles en 270 minutos es un balance desastroso, más teniendo en cuenta lo mucho que necesita anotar el equipo este año para tapar sus carencias defensivas. La racha de tropezones ha sacado a la luz un dato que me parece muy revelador: el Barça ha perdido su primer goal average en cinco años. Desde 2008, con Rijkaard en el banquillo culé y Schuster en Chamartín, ningún equipo había sido capaz de arrojar un saldo positivo ante los azulgrana. No había bestia negra, cualquier error era posteriormente subsanado, o ya contaba con renta previa suficiente.
Con todo, nada ha cambiado tanto en Can Barça como para sacar la bandera blanca. Messi sigue siendo Messi y el centro del campo es un monumento. Aunque yo soy de los que creen que buena parte de lo que está pasando viene de un bajón físico, el equipo tiene cuerda para aguantar un round más y noquear al Milan, lo que le daría una vida extra en forma de semanas de respiro europeo y cálido refugio liguero. En un club tendente a la depresión y en el que el ascendente histórico del Real Madrid sigue pesando, el partido del día 12 ante el extremadamente competitivo Milan (7 Champions) es una nueva manera de quitarse complejos y de seguir haciendo historia. Muchos culés recordarán que enfrente estará el equipo que enterró al Dream Team, pero otros tendremos en la cabeza que la generación actual necesita una gran remontada en casa, en un Camp Nou repleto y atronador, para poder atormentar a sus nietos. Es la hora de apretar los dientes y jugar ese partido como si fuera el último de la temporada. Porque realmente puede serlo…