Breve, intensa, bien escrita. Capitaneada por una inmensa Gillian Anderson, aderezada con el cautivador acento de Belfast. Capaz de darle una vuelta de tuerca al género serial killer sin tratar de reinventar la rueda, sin ponerse pomposa o académica. Tan sencilla como efectiva, tan inglesa como el té de las cinco. Así es la primera temporada de The Fall. Una buena inversión para tus próximas cinco horas libres.
Abogados, médicos y policías, he aquí la Santísima Trinidad de las profesiones televisivas. Cualquier serie que se ambiente en juzgados, hospitales o comisarías despierta un inevitable olor a podrido, a “esto ya lo he visto antes”. Ciertamente, es complicado innovar en géneros tan trillados.
A los seguidores de How I met your mother nos resulta cómico que Barney Stinson siempre anime a los malos de la película: en Karate Kid apoyaba a Johnny Lawrence, en La jungla de Cristal a Hans Gruber. Pero lo que en la comedia de CBS parece caricaturesco no lo es tanto cuando nos damos cuenta de que nosotros mismos llevamos años al lado de sujetos como Dexter Morgan, como Walter White… o como el mismísimo Hannibal Lecter. Los crime drama llevan unos años alineados en el bando inusual: el del malo.
The Fall rompe con eso y retoma la senda del asesino odiable y odioso. No porque mate más que sus colegas, o porque sea más desagradable. No, la serie no es ni la más sangrienta de la televisión, ni la más explícita. Más bien estamos ante una cuestión psicológica, una sensación muy trabajada y, por consiguiente, muy lograda. Al asesino de The Fall quieres que lo cacen ya. Te cae mal, incluso tienes ganas de que cuando lo metan entre rejas le caigan un par de collejas (y cuando digo collejas en realidad quizá quiero decir puñetazos)
Porque, empecemos por el principio, al serial killer de turno lo conocemos en el minuto uno. Se llama Paul Spector, es terapeuta, esposo y padre de dos hijos. Lleva una vida aparentemente normal de día, pero de noche se dedica a destrozar la vida de algunas mujeres, todas ellas cortadas por el mismo patrón: jóvenes, profesionales cualificadas, independientes, atractivas… Nadie en su entorno sospecha de Paul, aunque para el espectador que se asoma a las dos ventanas de su vida (la diurna normal, la nocturna criminal) sí es ligeramente evidente que hay algo oscuro detrás de esos silencios, esos gestos, esas ausencias, ese punto huraño. El tipo logra moverse bien entre ambas rutinas de cara a la gente… pero claro, nosotros vemos más detalles que el resto.
Empezando por la propia policía de Belfast, el Police Service of Northern Ireland (PSNI). Los agentes de la ley se encuentran con un asesino que no deja huellas, que ofrece muy pocas pistas. Pronto el caso crece más de lo previsto al tocar de lleno el mundo de la política, lo que dispara la intervención de Londres, que envía al Ulster a la Detective Superintendent Stella Gibson. O lo que es lo mismo: a Gillian Anderson.
Y aquí toca hacer un alto en el camino y hablar de la Anderson, a la que el 90% de nosotros conoce por ser Dana Scully, la protagonista de The X Files. A la que, probablemente también un 90% de nosotros, le habíamos perdido la pista mediática. Y, finalmente, a la que un 99% de nosotros adorará en el papel de Stella Gibson. Lo mejor del personaje es que no tiene nada extraordinario. Como en el caso del modelaje del asesino, la serie rehuye de los más recientes tópicos, por lo que no tenemos a un agente con empatía pura o con poderes mentales.
La detective Gibson, eso sí, es metódica y férrea, muy exigente tanto consigo misma como con su equipo. Se mueve entre la languidez de quien pasa por la vida sin esperar demasiado y una dureza pétrea que aplica como barrera ante quien haga falta. A veces, solo a veces, se relaja y decide levantar esa barrera; pero no parece que sea muy a menudo, y digamos que tampoco así se desprende de ese toque borde que la hace inconfundible.
Aquí se nota la mano del creador de la serie. Allan Cubitt fue guionista en la también británica Prime Suspect, cuya protagonista, Helen Mirren, tenía ese rol de mujer en mundo de hombres. El hilo trazado por Prime Suspect se puede seguir hasta The Fall, pasando por otras producciones como The Closer. Cubitt, por cierto, tenía claro que el punto de partida iba a ser conocer la identidad del asesino desde el principio. Una decisión acertada, especialmente porque nos evita falsos desvíos (lo que se conoce como red herrings) en la persecución del culpable, y nos permite centrarnos más en sus actos, en su psicología, en su manera de ver a las mujeres.
A medida que, de la mano del propio Spector, vamos adentrándonos en sus motivaciones, en esas pulsiones que le llevan a matar, queda claro la importancia del factor sexual en los asesinatos, un tema que tiñe de manera discreta pero uniforme el resto de tramas de la serie. La relación con el sexo de Spector es peculiar (enfermiza, obviamente), pero la de Stella Gibson tampoco es muy convencional (aunque no hay nada malo en que lo fuera), y a raíz de ello nace uno de los mejores diálogos de la serie.
Man fucks woman, that’s OK. Woman fucks man, that’s not so comfortable for you, is it?
Acusada de violenta (The most repulsive drama ever broadcast on British TV, afirma el Daily Mail), merecedora de un éxito posiblemente superior al que sus propios responsables esperaban, The Fall es un pequeño Tour de Francia en miniatura. Cinco etapas con llano (sus dos primeros episodios), montaña (los dos siguientes) y un sprint final digno del mejor Mario Cipollini. La única diferencia es que aquí la meta no está en París, sino que nos toca seguir pedaleando contra la impaciencia hasta que llegue la segunda temporada, aún sin fecha. Las agendas de Gillian Anderson (embarcada en la estadounidense Crisis, una de las estrellas de la próxima temporada) y de Archie Panjabi (The Good Wife) quizá tengan algo que decir.
Con la discreción por bandera, huyendo de lo pintoresco, lo sobrenatural o lo estridente, The Fall es no solamente una de las sorpresas de la temporada, sino una candidata a pujar por algún premio. Con apenas cinco horas de vida, no es un mal bagaje…
Artículo publicado originalmente en el número 4 de la Revista UnBreak
Estupendo artículo y estupenda serie, de lo mejor que he visto este año. Ha sido de las pocas veces que me he angustiado realmente viendo una ficción, sobre todo con las escenas donde Spector usa la habitación de la hija con fines perversos. También repugna que un tipo como él tenga una profesión de terapeuta de duelo. Todo en este personaje es terrible. Lo que menos me gustó, el final. Sin embargo no había otra forma de enlazar con una segunda temporada. Un saludo!
¡Gracias, Cecilia! Spector es un personaje fabuloso, me fascina lo mucho que me repele con tan solo cinco episodios, en serio… A mí el final me gustó, la verdad, me sorprendió muy gratamente. El momento en que él está en la comisaría es tremendo, es la primera vez que se le ve sin dominio de la situación. Lástima que la segunda quede tan lejos. Bueno, de hecho ni tiene fecha…